dissabte, 12 de desembre del 2009
Hay...
Et donaria...
Quiero, siempre quiero.
On ets, on ets?
Deixa'm la sort
Hoy toca enamorarse de nuevo, en silencio.
Adiós, mi niña, adiós.
divendres, 20 de novembre del 2009
Me gusta.
Hoy toca enamorarse de nuevo, en silencio.
Adiós, mi niña, adiós.
Pégate a mí.
Pégate a mí, no habrá más amor de contenedor.
dijous, 15 d’octubre del 2009
Siempre a gran velocidad.
Qué importa ya, qué importa ya si ella no volverá.
dimarts, 25 d’agost del 2009
La historia de mi vida en tal vez.
Aquello que haces, aquello que hago
Amor de sueños
Te miro
Pasión
Con la pasión me disfrazo y hasta cambio el mundo por tus manos. Con la pasión pinto el mundo y cambio de color. La pasión da vida, placer, satisfacción y yo le doy un toque con más amor. Las manos, los labios, la mirada entrecruzada, los dedos enredados, los nudos en las manos... sí, las manos. Tu mundo, el mío, uniendo senderos. Tu sexo, mi sexo, la vida en los cuerpos. Tus labios, los míos, dibujando los besos. Pureza en pasión, claro en amor. Los ojos describiendo líneas sobre la piel, las manos descubriendo rincones escondidos en tu cuerpo. Me tienes prohibido el juego, y así es cuando más lo quiero. Con la ropa que vuela, los ojos que buscan, las manos que rebuscan, los dedos que encuentran y los labios que callan en gemidos entrecortados.
Pasión, deseo, sexo, ¿amor?
dilluns, 24 d’agost del 2009
Toma.
Pluma y papel en mano. No te veo. Pero te dibujo, te escribo y describo, te tacho, te emborrono, y otra vez vuelta a empezar. Te pinto los ojos, del color que yo quisiera ver otra vez en tu rostro. Te pinto los labios, con un ligero tono rosado. Te pinto las manos, hasta los dedos y la nariz. Te sigo dibujando, y pintando, y escribiendo, y describiendo, otro ciclo sin fin. Ahora me limito a imaginarte, en mi mente, con ropa, sin ropa... mejor con ropa, reservando el desnudo para el nunca jamás. Cambio el imaginarte por pensarte, ¿cómo debía ser tu voz? Sí, lo que más recuerdo tal vez sea la voz, más grave más aguda, la voz. Y si te describo, con la piel fina, te idealizaré hacia los demás, te proyectaré hacia adelante o te encontraré en cualquier parte. Y sabiendo que siempre habrán solo unos, tal vez besaré todos los labios probando que solo existen los tuyos. Y miraré todos los ojos demostrando que al final sólo quiero ver los que me miran con tu rostro. Incluso buscaré todas las pieles hasta probar que quiero llegar únicamente a la tuya. Y las manos. Y el olor. Y la brisa. Y el ambiente. Y la vida. Y el camino. Y el futuro. Son todos tuyos. Tómalos.
dimecres, 19 d’agost del 2009
Algo nuevo
Sentí fuegos artificiales en mi interior.
Desencuentros
No me regalen, ustedes ni nadie, más desencuentros, por favor.
Más de lo mismo
Hacia cualquier otra parte
Mi amor es digno de loqueros
No tengo ya fuerza
Soñé que...
Ellos siempre mienten
Hasta nunca
Todo termina hoy
La historia de mi vida
Más allá
Hoy toca ser feliz
Eso se acabó, hoy toca ser feliz. Y tú también.
dimecres, 15 de juliol del 2009
Aviso por carta.
Le comunico que ha llegado el momento de suspender el proceso de congelación de su corazón y aplicar las medidas necesarias para iniciar nuestras maniobras de escapismo a paraísos artificiales, cambios de planeta y acampadas en las aceras. Debería usted revertir las noches con la intención que dejen de ser de un solo uso. Hay otros cambios en nuestro contrato confidencial. Desde los domingos astrománticos hasta las trampas al sol, sabe usted qué significa que le notifique la existencia de tequieros correteando por la almohada y besos pegados en la cama.
Esperando su respuesta, un cordial saludo.
Shane.
dijous, 25 de juny del 2009
Egoísmo
dissabte, 30 de maig del 2009
Comenzando algo nuevo
dimecres, 27 de maig del 2009
Encerrada en sueños
diumenge, 24 de maig del 2009
¿A qué sabe el amor?
Y, dime, ¿a qué sabe el amor?
dimecres, 13 de maig del 2009
Matar se me olvida
SÍNKOPE
Y, si quieres llorar, te hago reir, Matar se me olvida
Niña imantada
LOVE OF LESBIAN
Cuentos chinos para niños del Japón, Niña imantada
divendres, 8 de maig del 2009
Mi furia paranoica
IVÁN FERREIRO
Canciones para el tiempo y la distancia, Mi furia paranoica
dimarts, 5 de maig del 2009
Dime que me quieres.
Dime que me quieres.
Cualquier otra parte.
DORIAN
El futuro no es de nadie, Cualquier otra parte
dijous, 30 d’abril del 2009
Orquesta personal.
Por el miedo a equivocarnos
MALDITA NEREA
Es un secreto... no se lo digas a nadie, Por el miedo a equivocarnos
dimarts, 21 d’abril del 2009
Ideario
Por cierto, los renglones se me tuercen...
FRANCISCO M. ORTEGA PALOMARES
Cuenta atrás, Ideario
dilluns, 13 d’abril del 2009
Bailando encima de un cristal
Ázido Sulfúrico
Poemas Malditos, Bailando encima de un cristal
Cero grados.
FORRAJE
Diario de un alma rota, Cero grados
dijous, 9 d’abril del 2009
1999
LOVE OF LESBIAN
1999, 1999
dijous, 2 d’abril del 2009
El equilibrio es imposible.
vamos a llevarnos bien con el odio y el amor.
Que amor y soledad entablen amistad
y simpaticen con esta angustia que tenga dentro,
para así echarla al mar y la devoren las olas.
Que el odio y el tiempo se lleven bien
y no hagan más corrosivo el dolor,
que el tiempo no aumente el odio una vez más.
Que las lágrimas no afloren de nuevo,
que tu cuerpo sea mi calor y sea tu boca mi cielo.
Sé, por favor, mi paraíso más amado y personal,
porque ya no aguanto el tiempo, el odio y la soledad.
Carta a todas tus catástrofes.
Sé que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te escribí, y aún más desde la última vez que nos vimos desastrosamente. Me gustaría que leyeras esta estúpida carta hasta el final, igual que yo leo las tuyas una y otra vez (incluso cuando ya me las sé de memoria) hasta la saciedad. Te preguntarás porqué demonios te escribo esto ahora, cuando hace mucho que lo nuestro terminó, pero debes saber que todo eso (el odio, el rencor, los reproches...) quedó atrás para mí, igual que deberías saber que nunca dejaron de gustarme tus detalles. Bien, pues voy a responder a esa cuestión que supongo que te haces, ya sin darle más rodeos al asunto.
He estado buscando en mi memoria cada una de tus catástrofes. Tus silencios, ¡sé que querías decirme tantas cosas..! Algo en mí te aterraba, creo que te enfadabas conmigo porque estabas enfadada contigo en realidad. Aunque tú creyeras que esas infinitas conversaciones ausentes de voz y palabras eran parte de tus errores mayores, para mí eran todo lo que tú me dabas invertido en esquivas y tímidas miradas, y no es poco. Esa tranquilidad tuya tan aparentemente fría que se convertía en ira en un abrir y cerrar de ojos, esa sí era una verdadera catástrofe. Tus reproches lanzados a modo de daga como cien mil puñaladas, y por otro lado tus bromas de carácter burlesco que me irritaban a diario. Tenías una pequeña obsesión por los detalles tontos, algo que me parecía incluso absurdo viniendo de alguien tan despreocupada. Todas. Sí, todas tus catástrofes me enamoraban.
Te recuerda, Yo Misma.
PD: ¿Sabes qué? Nunca me dijiste que me querías.
dimarts, 31 de març del 2009
Carta a un amor extraviado.
Voy a confesarte algo, mi niña:
De vez en cuando me tumbo en la cama y me da por pensar, a veces también por recordaree incluso reflexionar acerca de todo lo ocurrido entre nosotras. Sé que te parecerá tremendamente estúpido que te diga esto ahora, pero hace poco más de un año que te conozco directamente, también hace poco más de un año que nos besamos por primera vez y tal vez sea por estos detalles que últimamente pienso más en ti. Me preocupa y asusta darme cuenta de las horas que paso dando vueltas en nuestra irregular relación, porque, siendo sincera, no sé ni qué diablos eres para mí. Maldita sea, pequeña, maldita sea de veras la inoportuna sucesión de imágenes que me hace pensarte lejanamente. Es posible que creas que pienso más en ti ahora que cuando decía quererte, pero, en tal caso, te equivocas. Voy a decirte la verdad: en realidad no sé que demonios quiero o intento decirte. ¿Que te quiero? Tal vez caería en el error ya que las interpretaciones acerca del querer tienden a ser fallidas, completamente erróneas. Te quiero, ahora mismo de un modo distinto supongo, pero es cierto que te quiero. Aunque tampoco debe tener esto mucha importancia. ¿Que te echo de menos? Tampoco mentiría del todo. La añoranza es debida a las horas invertidas hablando contigo antes que yo lo fastidiara todo. Me llamarás idiota, está sonando esa canción. ¿Que a pesar de todo siempre serás mi niña? En absoluto, nunca fuiste mía ni pretendí que lo fueras. Pero siempre (y cuando digo siempre, es siempre) te llevaré muy adentro, eso espero que sí lo tengas en cuenta. ¡Podría decirte tantas cosas! Pero nada tiene sentido ahora, es absurdo. Ahora, o por ahora, qué más da qué tipo de ahora sea, en este mismo instante todo lo que te acabo de decir no tiene la menor importancia.
A decir verdad sólo quiero que lo sepas: que te quiero, que te echo de menos y, sobre todo, que me gustaría volverte a ver algún día...
Te quiere, tu amor extraviado.
dilluns, 30 de març del 2009
Todo, nada, nunca, siempre NUESTRO.
Historias.
E incluso cuando ha terminado, incluso cuando se trata de la vida de otra persona, de alguien que vivió hace cien años y cuya historia he oído una y otra vez, mientras la oigo espero y temo como si no supiera cómo va a terminar; por eso vivo la historia y la historia vive en mí. Es la mejor manera que conozco de tratar con la muerte. Las historias son aquello a lo que la muerte cree que pone un final. No puede comprender que son las historias las que le ponen un final a ella, aunque no acaben con ella.
Las historias de otras personas, sus cimientos, el terreno donde se desarrolla, pueden convertirse en parte de la tuya.
K. LE GUIN Ursula
Los dones
Voy a romper las ventanas.
LOVE OF LESBIAN
1999, Voy a romper las ventanas
divendres, 6 de març del 2009
MONSTEREGG
Los monsteregg son seres alados que viven en grandes nidos entre las rocas de las montañas. Pero contrariamente a las aves, ellos adoran volar cuando hay tormenta, en especial si es eléctrica. A menudo se mueven de un lugar a otro todos juntos, especialmente si su intención es cazar: son carnívoros. Y, aunque habitualmente se alimentan de pájaros, su manjar predilecto es la apetitosa carne humana. Así que, ya sabéis, si una noche de tormenta desaparece alguien, es muy posible que haya sido pasto de un grupo de esta peculiar especie.
MICRORRELATO PARA EL CONCURSO:
MICRORRELATOS TOLKY MONKYS
¡Qué más da!
¿dónde está el control para reducir la velocidad?.
Creo, sin duda, que tengo la respuesta oportuna a dicha pregunta, y es que me parece una cuestión absurda: ¡qué más da!
dijous, 5 de març del 2009
Maldita.
Grito a la soledad que no me quiera más.
Odio el odio, odio el amor, odio y más odio.
No es nada, un ciclón en el corazón, sentimientos entrelazados.
No hay vida: el corazón pega coces cuando te vas.
No hay vida: tus ojos no me miran.
No te miro, llévate la magia entre mis dedos y en mis labios.
Retumba el aire al respirar.
¡Maldita incerteza! ¡Malditas tus pupilas negras!
¡Maldito el cariño! ¡ Malditos tus labios!
¡Maldito el querer!
Digo sí, digo no y nada importa.
Deseo, odio, amor, búsqueda: IMPARABLE.
Que alguien se coma el mañana para no enloquecer.
Lo peor del amor.
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.
Lo malo del después son los despojos
que embalsaman el humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole ni dueño.
Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar los pecados veniales,
condenar a la hoguera los archivos.
Lo atroz de la pasión es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le siguen dos puntos suspensivos.
JOAQUÍN SABINA
Esta eres tú.
MI VIDA SIN MÍ.
Dosis de cariño.
Y por si no tuviéramos suficiente, vamos a inyectarnos sobredosis de amor.
diumenge, 1 de març del 2009
Siento más que siempre.
divendres, 27 de febrer del 2009
Mientras te quiero, cuando me quieres.
Regalo del cielo.
dilluns, 23 de febrer del 2009
Inventario.
dimecres, 18 de febrer del 2009
Viven en conchas.
Se encuentra a oscuras. A diferencia de la oscuridad de la noche, esta es cerrada, carente de profundidad o extensión. Oye una pesada puerta que se abre lentamente. Un rayo de luz entra disparado, pero no está tan bien definido como eso. Sin embargo, para unos ojos acostumbrados únicamente a la oscuridad, el débil destello se ve como fuegos artificiales.
- ¡Parad! Por favor,¡os lo ruego! ¡Soltadme!
Los gritos de un joven resuenan en el vacío. Ninguna voz le responde.
En la oscuridad, Kaim cuenta los pasos. Han entrado tres hombres. Los pasos desacompasados probablemente son los que marca el joven. Los otros dos están perfectamente coordinados.
- Por favor, os lo ruego. Si lo que queréis es dinero, fuera os conseguiré todo el que podáis pedir. Lo prometo. Sabré agradecéroslo. Por favor.
La única respuesta de los dos hombres que han traído hasta aquí al joven es el ruido metálico de una cerradura de hierro al abrirse.
- ¡No! ¡No! Por favor, os lo ruego. Haré lo que queráis. ¡Lo que sea!
Un ruido sordo es el sonido de la carne al rasgarse y del hueso al dislocarse. Alguien se desploma sobre el suelo. Un grito ahogado. El ruido metálico de una cerradura de hierro al cerrarse. Kaim sabe que han arrojado al joven a la concha de enfrente en diagonal a la suya. Cuando estas encerrado en una de estas conchas sin ventanas, tus oídos se vuelven sumamente sensibles.
- ¡No lo hagáis! ¡Sacadme de aquí! ¡Por favor! ¡Quiero salir!
Por el sonido de la voz, Kaim imagina la cara de un joven con rasgos infantiles: un matón de poca monta apenas un escalón por encima de un miembro de una banda adolescente. Sin duda, cuando aun estaba en la calle, solía pavonearse por la acera con sus astutos pero cobardes ojos mirando a todas partes.
Los dos hombres que lo han traído se mantienen en silencio hasta el final; sus pasos se alejan al compás. La pesada puerta se abre y se cierra de nuevo.
Solo en la oscuridad, el joven berrea sus súplicas durante un tiempo, pero cuando comprende que no servirán de nada, grita hasta quedarse ronco, soltando una maldición tras otra hasta que empieza a sollozar.
- Cálmate - grita un anciano desde una de las conchas interiores -. No te servirá de nada montar un alboroto. Ríndete, chaval.
Es la voz del hombre más viejo de los que viven alrededor de doce conchas alineadas en la oscuridad. Ya estaba aquí cuando mandaron a Kaim a este lugar. Siempre calma y da consuelo a los recién llegados escandalosos.
- Si tienes tiempo de vociferar así, mantén los ojos cerrados.
- ¿Cómo...?
- Tan solo asegúrate de seguir disfrutando tus recuerdos del exterior, como si fueran un trozo de caramelo.
De las conchas a los alrededores llegan sonidos de risas contenidas. Kaim se une con una sonrisa y un suspiro. Se supone que todas las conchas en esta oscuridad están llenas, pero pocos de sus habitantes se ríen.La mayoría ha perdido las fuerzas para reír.
- Oye, chaval - el viejo sigue en su papel de asesor del recién llegado -, tanto alboroto no sirve de nada.
La mayoría ha perdido las fuerzas para reír.
- Tan solo cálmate y acepta tu suerte. De lo contrario...- y aquí aparece una nota de intensidad en la voz del hombre -, te sacaran de aquí con los pies por delante.
Eso es exactamente lo que le pasó ayer al anterior inquilino de la concha del joven. Había estado gritando intermitentemente durante un día. Hasta que llegó al punto de golpearse la cabeza contra la pared de la concha. Después nada...hasta que lo sacaron a rastras en silencio.
- Así que aguanta, chaval. No dejes que la oscuridad te trague. Cierra los ojos e imagina un bonito paisaje de fuera, cuanto más grande, mejor: el mar,el cielo o un campo de hierba inmenso. Recuerda. Imagina. Es el único modo de sobrevivir en este lugar.
Siempre da ese consejo a los recién llegados. Pero el joven grita con lágrimas en los ojos:
- ¿A quién diablos crees que estás engañando? ¿Sobrevivir en este lugar? ¿Y después qué? Sé lo que es este sitio. Una prisión "sin salida". Mandan a los condenados a cadena perpetua aquí, les dan la comida justa para mantenerlos vivos y al final la palman de todos modos. ¿Me equivoco? No hay nada por lo que tener esperanza.
Los gritos se convierten en sollozos de nuevo. Esta es la reacción de la mayoría de los recién llegados. Y sus razones tienen. Esto es una prisión. Cada "concha" es una celda solitaria con barrotes, y el sol brilla sobre el prisionero solo el día de su funeral.
- Todo el mundo muere, chaval, eso está claro. Pero no puedes dejar que tu mente se vaya antes que tu cuerpo. La esperanza no se pierde a menos que tu mismo la deseches.
- continúa el viejo en voz baja, y prosigue solemnemente -. El sistema bajo el que vivimos tampoco puede durar mucho más.
El viejo es un prisionero político. Como líder de una facción opuesta al gobierno, se resistió a la dictadura durante mucho tiempo hasta que finalmente perdió la lucha y lo encarcelaron.
Sin embargo, el joven no oye las palabras del viejo. Sigue tirado en el suelo llorando. Este tipo no estará en su concha mucho más que su predecesor. En unos pocos días, o en menos de un mes como máximo, se hará pedazos. Así de fuerte es la oscuridad. Privar al prisionero de luz es bastante más cruel que arrebatarle la vida en un momento.
- Vaya, vaya - reflexiona el viejo - este tipo no nos servirá de mucho en una fuga.
El viejo revolucionario ríe. Puede que sea una risa auténtica o una fachada atrevida, pero en cualquier caso casi nadie responde con una risa.
Mañana por la mañana, o mejor dicho, y ya que en la oscuridad no hay una "mañana" bien definida, después de que duerman, despierten y tomen la siguiente comida, sacarán otro frió cadáver de una concha sin una palabra.
- Oíd, muchachos. ¿Cuántos estamos aquí ahora? - pregunta el viejo revolucionario -. Responded si podéis oírme.
- Te escucho - dice Kaim.
La única voz es la suya.
- Vaya calamidad. Hace poco estábamos hasta arriba - el viejo ríe entre dientes.
- Me pregunto si habrá pasado algo ahí fuera - dice Kaim.
- Puede que sí - responde el viejo revolucionario -. En mi opinión, este sería el momento apropiado para un golpe de estado o una revolución. Mi gente no va a estarse quieta mucho más... Eh, ¿cómo dijiste que te llamabas? ¿Kaim? ¿Te has dado cuenta de lo que ocurre? Últimamente ya no encierran a tanta gente como antes, y de los que traen nuevos, la mayoría son auténticos don nadie que no merece la pena condenar de por vida.
- Pues sí...
El joven era uno de ellos, tan solo un ladrón de poca monta. Lo que sucedió es que entró a robar en un almacén que pertenecía a un rico con contactos con un político poderoso. Por eso lo metieron en una concha. Las conchas solían estar llenas. Traían aquí a un puñado de hombres, que morían; entonces traían hombres nuevos, y ellos morirían... El chico era uno de esos. El terror de estar envuelto en tinieblas fue demasiado para él, y se hizo pedazos. Aparentemente al final tenia alucinaciones: "Ya voy, mamá, ya voy. Espérame, por favor, mamá...", repetía una y otra vez al igual que un niño. "¿Dónde estás mamá? ¿Aquí? ¿Estás aquí?"... y se arrancó los ojos con sus propias manos.
Supongo que las cosas se estaban poniendo feas ahí fuera, con la policía perdiendo el control, y el gobierno a punto de derrumbarse, y por eso las conchas estaban siempre llenas. Eso es lo que trajo aquí al joven. Murió con la sangre corriéndole de las cuencas de los ojos y mascullando entrecortadamente: - ¿Qué he hecho yo? Todo el mundo lo sabe... Hay muchos tipos mucho peores que yo...
- Pero ahora esto está vacío. ¿Sabes lo que significa, Kaim? Claro. Hay tantos crímenes ahí afuera que el gobierno ya no puede contenerlos. Lo has pillado. Por lo que sabemos puede que ya hayan colgado a toda la familia real. Es una revolución. Ocurrirá cualquier día. Eso significa que tú y yo saldremos de aquí. Mi gente vendrá y nos sacarán. Tan solo aguanta un poco más.
Kaim asiente en silencio. El viejo revolucionario continúa.
- No muchos podrían permanecer en calma como tú, arrojados en una concha y envueltos por las tinieblas de esta manera.
Ni siquiera Kaim puede explicarlo. Es cierto que estaba extrañamente tranquilo cuando lo metieron en la concha. Parecía reconocer la oscuridad como un recuerdo distante. En el pasado remoto, puede que él también hubiera saboreado la angustia de los habitantes de otras conchas torturados por el miedo de estar encerrados en la oscuridad.
- No, yo no...
Apenas merece la pena hablar de su crimen. Se resistió a las preguntas cuando lo trajeron como sospechoso, por eso se le tachó de rebelde y lo metieron en una concha. Aunque el viejo probablemente tenga la razón. Es casi seguro que la dictadura del país está en sus últimos días.
- Ya no queda mucho. Estaremos de vuelta en el mundo real antes de que nos demos cuenta. Tengo esperanza, y no la perderé hasta que no me abandone a mí mismo - masculla el viejo revolucionario como si tratara de convencerse a sí mismo.
Poco después la prisión cae. Jóvenes armados entran cargando en la oscuridad y abren las puertas de las conchas. El viejo revolucionario abraza a su gente y sale.
- ¡Espera!- grita Kaim, intentando retenerlo.
Pero es demasiado tarde. Ansioso por ver el nuevo mundo después de la destrucción del antiguo sistema, el viejo revolucionario sale afuera y abre los ojos.
Es por la tarde. Aunque el sol casi se ha puesto, la luz es lo bastante fuerte como para quemar unos ojos acostumbrados a la oscuridad total. El viejo revolucionario se pone las manos sobre los ojos y con un gruñido cae de rodillas.
Kaim se salva a sí mismo cubriéndose los ojos con el brazo. Ni siquiera él sabe qué le hizo hacer esto. ¿Acaso los recuerdos del pasado le han enseñado que lo realmente aterrador del castigo en la oscuridad es lo que sucede después de la liberación?
¿Cuándo he estado prisionero y dónde? Y lo que es más importante, ¿cuánto tiempo llevo en este viaje sin fin?
Con los ojos sangrando, rodeado en el suelo por sus chicos, el viejo revolucionario busca a Kaim.
- Llegué hasta aquí, Kaim, solo para cometer un terrible error al final. Ahora probablemente mis ojos son inútiles.
Por eso precisamente le pide a Kaim un último favor.
- Dime Kaim, ¿cómo es el mundo de fuera? ¿Ha triunfado la revolución? ¿Se ve a la gente feliz? ¿Sonríen con alegría?
Kaim abre los ojos lentamente, y tan solo un poco, bajo la sombra de su mano.
Hasta donde puede ver, el suelo está lleno de cadáveres. Los cuerpos de las tropas reales y las revolucionarias se apilan unos sobre otros, y hay innumerables civiles muertos. Una madre yace muerta con su pequeño hijo en brazos; el sangriento cadáver del padre está junto a ellos, con los brazos extendidos en un intento inútil de protegerlos.
- Dime lo que ves, Kaim.
Kaim reprime un suspiro y responde.
El viejo revolucionario siente la verdad.
- Pase lo que pase, no abandonaré la esperanza, Kaim.
Kaim asiente, consciente de que así lo hará, y comienza a caminar.
- ¿Adónde vas?
- No lo sé... A cualquier parte.
- ¿Por qué no te quedas aquí y construyes un nuevo mundo con nosotros? De entre todos, tú puedes hacerlo, lo sé.
- Gracias, pero me marcharé de todas formas.
El viejo revolucionario no trata de retener a Kaim más. En su lugar, como regalo de despedida, le repite las palabras que tan a menudo decía en la concha:
- Siempre habrá esperanza, donde quiera que estés, hasta que tú mismo la abandones.¡Nunca lo olvides!
Kaim sigue adelante. Sus ojos se encuentran por casualidad con el cuerpo de un joven muchacho a sus pies. El chico exhaló su último aliento con los ojos completamente abiertos por el miedo. Kaim se arrodilla y con cuidado cierra los parpados del chico.
Muy adentro sabe, en un recuerdo demasiado alejado para que incluso él lo alcance, que mientras que la oscuridad puede ser una gran fuente de terror, también puede traer una paz intensa y duradera.
KIYOSHI SHIGEMATSU
Mil años de sueños (Lost Odyssey)
dilluns, 16 de febrer del 2009
La partida de Hanna.
Los miembros de la familia tienen los ojos llorosos cuando dan la bienvenida de nuevo en la posada a Kaim tras su largo viaje.
- Muchísimas gracias por venir.
Kaim comprende la situación al instante. La hora del adiós está cerca. Pronto, demasiado pronto. Pero ya sabía que este día llegaría tarde o temprano, y no en un futuro lejano.
"Puede que no te vuelva a ver más", le había dicho ella con una triste sonrisa cuando partió de viaje. Estaba acostada en la cama, sonriendo con su rostro de blancura casi transparente, terriblemente frágil, y por ende indescriptiblemente bello.
- ¿Puedo ver a Hanna?
El posadero asiente ligeramente con la cabeza.
- Pero no creo que vaya a reconocerte.
Le advierte a Kaim de que no ha abierto los ojos desde anoche. El ligero movimiento de su pecho indica que aún se aferra a un frágil hilo de vida, pero podría romperse en cualquier momento.
- Qué pena... Sé que para ti era muy importante venir a verla...
Otra lágrima resbala por la mejilla de la mujer.
- No te preocupes, no pasa nada - la tranquiliza Kaim.
Ha presenciado innumerables muertes, y su experiencia le ha enseñado mucho.
La muerte arrebata el habla en primer lugar. Luego la vista. Sin embargo, lo que sí aguanta hasta el final es el oído. Aunque el enfermo pierda la consciencia, no es extraño que las voces de los familiares provoquen sonrisas o lágrimas.
Kaim rodea con su brazo el hombro de la mujer.
- Tengo muchas historias de viajes para ella. Llevo esperando esto todo el tiempo que he pasado fuera.
En lugar de sonreír, la mujer deja escapar otra gran lágrima y asiente.
-Y Hanna esperaba poder oír tus historias - dice con palabras entrecortadas por el llanto.
El posadero interviene. - Ojalá pudiera pedirte que descansaras del viaje antes de verla, pero...
- Por supuesto, la veré ahora mismo - dice Kaim, interrumpiendo la disculpa del hombre.
Queda muy poco tiempo. Hanna, la única hija del posadero y su esposa, probablemente no pase del próximo amanecer. Kaim deja su equipaje en el suelo y abre sin hacer ruido la puerta del cuarto de Hanna.
Hanna fue muy débil desde su nacimiento. Lejos de disfrutar de la oportunidad de viajar, apenas había salido del pueblo, siquiera del vecindario, donde había nacido y crecido. El médico había dicho a sus padres que aquella niña difícilmente llegaría a adulta. Los dioses habían reservado un triste destino para aquella diminuta niña de rasgos de muñeca extraordinariamente bellos. Tal vez los propios dioses intentaran expiar esta cruel injusticia haciendo que la niña fuera la hija única de los dueños de una pequeña posada de carretera. Hanna no podía ir a ninguna parte, pero los huéspedes de la posada de sus padres le solían contar historias sobre ciudades, países, paisajes y gentes que ella nunca conocería. Cuando un nuevo huésped llegaba a la posada, Hanna siempre desplegaba su batería de preguntas: "¿De dónde eres?". "¿A qué te dedicas?. ¿Me cuentas una historia?". Solía sentarse y escuchar aquellas historias con ojos brillantes y vivos. Instaba al viajero a pasar rápido al siguiente episodio con un "¿Y luego? ¿Y luego?". Cuando se marchaban, siempre les rogaba:
- "¡Por favor, vuelve y cuéntame montones de historias sobre países lejanos!
Solía quedarse despidiendo con la mano al viajero hasta que desaparecía de la vista por la carretera. Luego soltaba un melancólico suspiro y volvía a la cama.
Hanna duerme profundamente. No hay nadie más en la habitación, lo que tal vez indica que hace tiempo que los médicos la dieron por perdida.
Kaim se sienta en una silla cercana a la cama y la saluda con una sonrisa. - Hola, Hanna. He vuelto.
Ella no responde. Su pequeño pecho, que aún no tiene los rasgos del de una adulta, sube y baja casi imperceptiblemente.
- Esta vez fui mucho más allá del océano - le cuenta Kaim -. El océano del lado desde el que sale el sol. Tomé un barco en un muelle lejos, lejísimos, mucho más allá de las montañas que ves desde esta ventana, y estuve en alta mar desde el momento en que la luna era un círculo perfecto en el cielo, mientras fue haciéndose cada vez más pequeña y luego cada vez más grande, y hasta que estuvo llena de nuevo. Allá donde alcanzaba la vista no había más que mar. Tan solo agua y el cielo. ¿Te lo imaginas, Hanna? Nunca has visto el mar, pero estoy seguro de que la gente te habrá hablado sobre e´l. Es como un charco enorme e infinito.
Kaim se ríe para sí mismo y parece que las mejillas pálidas de Hanna se mueven ligeramente. Puede oírlo. Aunque no pueda hablar ni ver, sus oídos aún están vivos. Kaim, convencido y confiando en que eso sea verdad, continúa el relato de la historia de sus viajes. No dice palabras de despedida.
Como siempre con Hanna, Kaim sonríe con una dulzura que nunca ha tenido con nadie más, y prosigue narrando sus historias con una voz alegre, que a veces incluso acompaña con gestos exagerados.
Le habla del océano azul.
Le habla del cielo azul.
Pero no le dice nada sobre la despiadada batalla naval que tiñó de rojo el océano.
Nunca le habla sobre esas cosas.
Hanna aún era una niña muy pequeña cuando Kaim se hospedó por primera vez en el hostal. Cuando, con su dicción infantil y su sonrisa inocente, ella le asaltó con sus preguntas sobre su orígen y le pidió que le contara sus historias, Kaim sintió algo dentro de su pecho. Aquella vez volvía de una batalla. Más exactamente, había terminado una batalla e iba de camino a otra. Su vida consistía en vagar de un campo de batalla a otro, y nada de eso ha cambiado desde entonces. Ha sesgado la vida de innumerables soldados enemigos y presenciado la muerte de infinidad de camaradas en el campo de batalla. En realidad, lo único que separa a los enemigos de los camaradas es una mera cuestión de suerte. Si las ruedas del destino hubieran girado de manera diferente, sus enemigos habrían sido camaradas y sus camaradas, enemigos. Tal es el sino del mercenario.
En aquella época estaba destrozado y se sentía insoportablemente solo. Como ser inmortal, Kaim no temía a la muerte, razón por la cual los rostros de los otros soldados están deformados por el miedo, y por la que el rostro de cada hombre que murió sufriendo quedó grabado a fuego en su memoria. Normalmente, solía pasar las noches bebiendo en la carretera. Sumiéndose en el sopor etílico -o fingiendo sumirse en él- intentaba obligarse a olvidar lo inolvidable. No obstante, cuando vio la sonrisa de Hanna al pedirle que le contara historias sobre su largo viaje, sintió un consuelo más cálido y profundo del que nunca hubiera obtenido del licor.
Le habló de muchas cosas...
De una flor preciosa que descubrió en el campo de batalla.
De la belleza cautivadora de la bruma cuando invade el bosque de la noche previa al combate final.
Del incomparable sabor del agua del manantial de un barranco en el que sus hombres y él se habían refugiado tras haber perdido una batalla.
Del vasto e inabarcable cielo azul que vio tras una batalla.
Nunca le contaba nada triste. Omitía todo lo referente a la mezquinidad del ser humano y la estupidez que presenciaba sin cesar en el campo de batalla. Le ocultó su condición de mercenario, las razones que le llevaban a viajar constantemente, y le hablaba solo de cosas bonitas, dulces y agradables. Ahora comprende que si le contó a Hanna ese tipo de historias bonitas sobre sus viajes no fue tanto por no corromper la inocencia de la niña, sino por el bien de sí mismo. Quedarse en la posada en la que Hanna esperaba verle de nuevo terminó por convertirse en uno de los pequeños placeres de la vida de Kaim. Narrarle los recuerdos con los que volvía de sus viajes le hacía sentir una ligera redención, por tenue que fuera.
Su amistad con la niña continuó cinco años, diez años. Poco a poco, ella se acercaba a la edad adulta, lo que significaba que, tal como los médicos habían predicho, cada día se acercaba más a la muerte.
Y ahora, Kaim termina la última historia de viajes que compartirá con ella. No podrá contarle sus historias de nuevo. Antes del alba, cuando la oscuridad de la noche alcanza su cenit, las pausas en la respiración de Hanna se vuelven más largas. El frágil hilo de su vida está a punto de ceder mientras Kaim y sus padres la cuidan. La lucecita que anidó en el pecho de Kaim se apagará. Sus solitarios viajes, esos largos viajes sin fin, comenzarán de nuevo mañana.
- Pronto estarás partiendo hacia tus propios viajes, Hanna - le dice Kaim con dulzura -. Partirás a un mundo que nadie conoce, un mundo que nunca ha aparecido en las historias que has oído hasta ahora. Por fin podrás dejar tu cama y vagar por donde quieras. Serás libre.
Quiere hacerle saber que la muerte no es sufrimiento, sino una mezcla de alegría y lágrimas. - Ahora te toca a ti. Procura contarle a todo el mundo los recuerdos de tu viaje.
Sus padres harán ese mismo viaje algún día. Y algún día Hanna podrá reencontrarse más allá del cielo con todos los huéspedes que conoció en la posada.
Y yo, sin embargo, nunca viajaré allí.
Nunca podré escapar de este mundo.
Nunca te volveré a ver.
- Esto no es una despedida. Es solo el comienzo de tu viaje.
Le dice una última cosa.
- Nos volveremos a ver.
Es su última mentira.
Hanna parte hacia su viaje. En su rostro aparece una sonrisa tranquila, como si acabara de decir un "hasta pronto".
Sus ojos no volverán a abrirse. Una solitaria lágrima resbala por su mejilla.
KIYOSHI SHIGEMATSU
Mil años de sueños (Lost Odyssey)
dilluns, 9 de febrer del 2009
No hay salida.
- Corre cuánto quieras - dijo con suavidad.
Tras sus palabras dejó un vacío en el lugar que había estado un instante antes.
dilluns, 2 de febrer del 2009
Confusión.
Y ahora dime, ¿es absurda esta condición o sólo es un elemento más del absurdo deseo humano de saber?
dimarts, 27 de gener del 2009
Imagina.
¿Cómo te imaginas tú?
dimarts, 13 de gener del 2009
Hay días.
¿Alguna vez te has preguntado por qué los días afectan al estado anímico de algunas personas? Yo nunca soporté los domingos, es más: los odio con toda mi alma. El día que alguien me dijo que dicho día le parecía el mejor de la semana me pareció ver a mi interlocutor sin cabeza durante unos segundos. También los hay que tienen aversión por los lunes, por el día trece de cada mes (especialmente si cae en martes) o el propio mes de abril, por ejemplo. Curioso complejo el nuestro cuando se trata de los días.
Nuestros días se vuelven más lentos, deseamos que pasen las horas y sin embargo éstas se transforman en escasos minutos que se niegan a sucederse los unos a los otros: no avanzan. A veces puedo ver en las agujas del reloj, o los dígitos de uno analógico, una pequeña sonrisa burlona, como si tuvieran plena consciencia de nuestro deseo de que corran los segundos, los minutos, las horas, este día... sí, eso es, que se acorten los días. A menudo querríamos tener algo que hacer, algún asunto que ocupara nuestro limitado tiempo que se hace eterno.
A decir verdad, últimamente los domingos son fugaces, a penas visibles. Me doy cuenta, tal vez, de cuanto afectan aquellos que nos rodean a los días, la costumbre y lo acomodados que estamos a ello, por hábito, lo cual no implica que sea de nuestro agrado. Si podemos salir de la aburrida rutina vacía de un domingo, también podemos escapar de las redes de las horas, días y meses que nos pesan. Pensándolo bien, ¿para qué temer sus nombres y unos cuantos números? ¿Acaso no aborrecemos ya suficiente su falsa eternidad como para cambiar su sin-sentido? Podemos disfrutar de sus horas y, de este modo, burlarnos nosotros de las manecillas del reloj que, esta vez sí, deberán correr rápidamente en su intento de acortarnos un día feliz.
dimarts, 6 de gener del 2009
Palabras/Pájaros.
Lo que sirve para las palabras, puede no servir para las cosas. El hecho de que dos frases contradictorias entre sí no puedan ser ambas ciertas no significa que los términos opuestos no existan. La palabra no es la cosa; palabra y objeto tienen cada uno su propio camino, su propio modo. Es cierto que una ciudad está compuesta de piedra, barro y madera; también es cierto que una ciudad está compuesta de gente. Estas frases no se excluyen mutuamente en absoluto. Es cierto que el movimiento del pájaro y el soplido del viento hacen caer una pluma; es cierto que, al encontrar esa pluma en mi camino, entiendo que ha caído para mí. Estas palabras se niegan en parte unas a otras. Es cierto que todo cuanto existe debe ser como es, y que nada es obra de la fantasía sobre el vacío; es cierto que todo existe y es cierto que nada existe. Estas palabras se contradicen unas a otras totalmente. El mundo de nuestra existencia es el tejido que las mantiene juntas al tiempo que las mantiene separadas. El mundo es el puente entre las paredes de un desfiladero, entre las orillas de un río que corre por el fondo de un precipicio, y las palabras son los pájaros que vuelan de un lado a otro sin cesar. No pueden estar en dos lugares al mismo tiempo, pero pueden salvar el abismo y regresar. La persona necesita toda su vida para cruzar el puente hasta el otro extremo. En cambio, los pájaros vuelan de un lado al otro del precipicio, trinando y hablando mientras van y vienen.
K. LE GUIN Ursula
El eterno regreso a casa
divendres, 2 de gener del 2009
Empezar en sí y no en no.
Siempre he pensado que hay algo que debemos hacer como mínimo una vez en la vida. Ese “algo” supongo que depende de cada uno y, según el carácter o la personalidad de esta, cumple con su deseo de actuar, o no. En mi caso ese deseo podríamos calificarlo de irrefrenable, intenso e incluso fuera de lugar. Os parecerá estúpido. Lo sé. Es indudable que el amor se crece con el contacto, o eso nos han dicho siempre. Mi “algo” puede ser extraño, peculiar o tan sólo una tontería más en este mundo de locos: enamorarme fugazmente, amar y olvidar intensamente, un amor imparable pero breve. Vaya chorrada, eso es lo que pensais al oirme decir esto, ¿no? No importa lo que opineis acerca de este asunto, podríais decir que es incluso imposible, pero ¿sabéis qué? Creo que nada es imposible.
La vida da muchas vueltas.
¿Por qué no iba a ocurrir? ¿Por qué no iba a encontrar un amor efímero? Un día estamos aquí y antes de darnos cuenta ha cambiado todo, de un momento a otro: los segundos, los minutos, los días, las horas, los meses, los años... transcurren sin pausa y cuando abrimos los ojos se nos ha escapado la vida de las manos... ¡y no la vimos pasar!
Sí, la vida es así.
Ahora no nos pondremos a discutir si la vida es poca o merece la pena, lo importante es vivir como cada uno considere correcto. Al menos eso es lo que decidí creer yo cuando tuve suficiente cabeza para tomar un camino propio. Podríamos hablar de la vida, el mundo, el tiempo y todo lo que vemos pasar por nuestra corta existencia: pero eso no tiene la más mínima importancia en este mismo instante. Estoy aquí para contaros una historia que me pasó hace algún tiempo. Habéis ido contando experiencias, invenciones y sueños turno por turno. Sí, y cada uno con su propio valor, que no es poco. Ahora me toca a mí, y después escucharemos las palabras de los restantes. Así que no tiene sentido dar más vueltas al asunto, es tan absurdo como querer atrapar el aire, que no tiene cuerpo ni forma, con las manos. ¿Qué tal si empezamos hablando de mí?
No importa la edad que tengo ahora. Hablo de lo que ya pasado, así que hablaremos en pasado y sólo del pasado. Pero, como ya he dicho, aquí no tiene lugar una discusión acerca del tiempo.
Me gradué en el instituto con dieciocho años, y con esa misma edad ingresé en la universidad. No era una universidad de prestigio, tampoco era mediocre, era bastante buena. A mí me gustaba esa por nada en especial. Estaba situada a las afueras de la ciudad y contaba con un gran campus en el que podías ver ir y venir los estudiantes: algunos por los caminos de piedra que cruzaban el césped, otros sentados en la verde extensión tocando sus guitarras, charlando u otras distracciones habituales como las horas de lectura. Yo acostumbraba a estar en uno de los grupos situados en aquella hierba cortada y bien cuidada, con algunos amigos y, de vez en cuando, el chico con el que salía por aquel entonces. Nos gustaba cantar, algunos traían guitarras y otros cajas de percusión. Las horas libres podían ser muy divertidas. La gente que me rodeaba era normalmente mayor que yo, siempre me trataron bien (ahora que lo pienso, no perdí relación con todos, sólo con algunos). Yo nunca me consideré una chica guapa, tampoco diría que era fea. Creo que era más bien normal, menuda y delgada, de pelo moreno siempre bien peinado, vestía de una forma bastante descuidada, a decir verdad no me gustaba guardar las apariencias. Mi novio, por su parte, era, tal vez, el más amable y tranquilo del grupo. Un chico alto y delgado, siempre mal afeitado, con el pelo largo recogido en una coleta hecha con poca gracia y ropa de algodón de colores. Su lema se resumía en una sola palabra que repetía de vez en cuando como si esta misma tuviera algún tipo de musicalidad: “Paz”. Esa era su idea clave para llevar una buena vida, sin problemas ni percance alguno. Creo que muchos habrían dicho que era un hippy sin remedio, un amante de la percusión y, seguramente, alguien en quien se podía confiar. No sé si esos adjetivos son adecuados para aquel desastre de muchacho, pero era alguien curioso y divertido. Esto es indudable e induscutible.
Para ser sincera, durante mi juventud, llevé una vida tranquila y ordenada, aunque eso no era aplicable a mi pequeño apartamento. Creo que eso ya es un tema a parte. Si lo pienso con calma, no puedo decir que no fuera feliz: quería a mi novio y este a mí, lo cual era (de nuevo) algo indudable, y además jamás discutimos; tenía un trabajo en una tienda de ropa donde cobraba bastante bien y, además, me gustaba; mis notas en los estudios fueron siempre sobresalientes sin mucho esfuerzo; con mis padres guardaba las distancias pero la relación era más bien buena, estaban orgullosos de su pequeña; los profesores me adoraban; los amigos fueron los mejores que pude tener... ¿qué fallaba pues? Aparentemente todo estaba en su sitio y no faltaba absolutamente nada, podríamos decir que llevaba una vida plena, llena de sonrisas. Muchas alegrías y pocas caras tristes, ¿qué más podía pedir? Aunque a los ojos de todos era una vida perfecta, a los míos faltaba “algo”, tal vez sentía total ausencia de emoción con aquel tranquilo transcurrir del tiempo. En realidad siempre supe qué faltaba, pero parecía, y resultaba al fin y al cabo, absurdo hasta su última letra, y más aún si le colocábamos un punto final. Cuando pienso en un “amor efímero”, aquel “algo” que supuestamente me faltaba, curiosamente sonaba en mi cabeza la famosa canción de Eric Clapton, Layla. Nunca he sabido porqué relacioné esta canción con esto, no tienen nada que ver, en realidad hay muchas cosas sin sentido y muchas otras fuera de lugar. La cuestión está, básicamente, en que aquella vida tan perfecta no me complacía del todo. Nada cambió aparentemente y cuatro años después de empezar la universidad seguía todo como siempre: con el mismo novio, los mismos resultados académicos, el mismo trabajo, los mismos amigos, los profesores seguían encantados conmigo y mis padres tampoco eran una excepción en este sentido... todo exactamente igual, ni un sólo cambio. Bueno, sí, ya no estaba en primero de carrera sino ya entrando en un quinto año, yo quería llegar a lo más alto, la verdad es que me daba igual pero si así todos estaban contentos me daba igual hacerlo, no me causaba ningún problema, todo lo contrario. No tenía queja alguna, aunque seguía pensando en ese “algo”, y ese “algo” me producía una extraña mezcla de entusiasmo e incomodidad (típicas contradicciones, pensaréis, pues os doy la razón). Tenía que cambiar algo, tal vez cambiar un poco aquella rutina me vendría bien, pero nunca lo supe: no hice ningún tipo de modificación en mis quehaceres diarios.
Un día como cualquier otro, al salir del trabajo ya cerca de las 9 de la noche, cogí, como siempre, el metro dirección a la estación de trenes donde, como cada día, tomaría un tren hacia el campus universitario y una vez allí me dirigiría a mi pequeño apartamento situado en el tercer piso del bloque H, aún recuerdo el número. Era el apartamento 317. Aunque esto, una vez más, no tiene importancia ya que aquel día mi rutina se quebró, únicamente aquel día. Así pues, volviendo al metro... subí en el segundo vagón empezando por la cola, como era habitual, tenía por costumbre sentarme en el primer asiento junto a la ventana que había a la derecha de la puerta por la que entraba cada día, como si se tratara de un ritual sagrado e irrompible. Así pues, sin perder mis curiosas costumbres, me senté en aquel mismo sitio que siempre esperaba que estuviera libre por y para mí, exactamente igual que los demás días y a la misma hora que siempre tenía sentado delante un muchacho de aspecto desaliñado, aunque claramente atractivo, del cual conocía los rasgos a la perfección, pues llevaba cuatro años viéndolo allí jornada tras jornada laboral. Pensé, casi inconscientemente, que debía ser tan metódico como yo, y seguramente aburrido (aunque nunca me consideré aburrida, todo sea dicho). Y un día más me sonrió y nos miramos fijamente durante los siguientes veititrés minutos, equivalentes a once paradas de metro, una más y aquel desconocido se levantaría de su asiento y se dirigiría con aire desconcertado a la puerta para bajar como hacía siempre. Y, como cabía esperar, lo hizo. Pero no lo hizo como siempre, pues poco antes de llegar a su parada abrió una pequeña libreta negra que siempre lo acompañaba y escribió algo, me sonrió con innocencia y, tras ocultar la punta del bolígrafo y cerrar la pequeña libretita se levantó y la dejó allí donde había permanecido sentado los últimos veintiocho minutos, se dirigió con su habitual aire desconcertado a la puerta y antes de abrirse echó una última ojeada atrás y salió al andén. En aquel mismo instante yo ya había cogido la libreta, localizado el escrito y descifrado aquello que había dejado allí, para mí, con una caligrafía pésima. No sé porqué lo miré y tampoco sé cómo segundos después me vi bajando en aquella parada que, por supuesto, no era la mía. Él me había esperado junto las escaleras, tenía tal vez la esperanza de que viera el mensaje y corriera tras él, algo que creo que de no haberse dado aquel día, en aquel preciso instante y con aquel desaliñado muchacho no habría hecho jamás. Y cuando digo jamás, es jamás.
Nunca había hablado con él, ni una sola palabra, ni un saludo, tampoco un gesto que pudiera ser ningún tipo de comunicación no verbal. Tampoco es extraño, en el metro es fácil coincidir con alguien, aunque no de un modo tan reiterativo y especial. Tal vez aquella fuera la oportunidad que había estado esperando para hacer aquello que sólo debía hacer una vez en la vida. Desaprovecharla hubiera sido estúpido, aunque es posible que no coincidais conmigo con esta opinión, podemos volver a decir que cada uno vive como quiere y considera correcto. No dijimos una sola palabra, en realidad nunca nos hablamos: en la vida, jamás. Nos limitamos a sonreír con complicidad y dirigirnos sin saber muy bien porqué a un pequeño piso que había a menos de cinco minutos andando del lugar en el que nos encontrábamos. No creo que sea necesario que diga que esa era su casa, aunque ya lo he dicho. A oscuras, sin encender la luz, habiendo cerrado no hacía aún un instante la puerta, nos besamos apasionadamente. Nos acostamos, hicimos el amor y, como si siempre lo hubiéramos hecho y conociéramos cada rincón el uno del otro, nos dimos mutuamente el placer que nunca nos habían dado. Wonderful night, así podría haber titulado yo aquella fantástica e inesperada noche. Y, si tengo que ser sincera, nos dijimos una única palabra, la única que crucé con él. Desde el umbral de la puerta, con el pijama y un jersey sobre los hombros, se despidió.
- Adiós.
- Adiós – respondí.
Bajé las escaleras con cuidado y pasé las pocas horas que faltaban para la salida del sol paseando por las calles de aquel barrio, un barrio completamente desconocido para mí, exactamente igual que aquel joven del que no sabía ni el nombre. Amanecí sentada en el rompeolas, contemplando como el dios helios despertaba majestuosamente mostrando con orgullo su brillo sobre el mar, destellos de luz creaban diamantes ilusorios que se rompían en mil pedazos con el ir y venir de las olas. Aquella fue la última vez que lo vi, no regresó a aquel vagón de tren. Yo tampoco lo esperaba.
Fue un adiós único e irrepetible, sólo fue eso: un adiós.
La verdad es que hubiera sido muy bonito que esto hubiera ocurrido, pero en realidad jamás llegué a coger aquella libreta ni salí corriendo tras él. Los días transcurrieron como siempre sin el más mínimo cambio. Si me preguntáis qué es de mi vida ahora, os diré que soy feliz. A pesar de ello prestad atención, porque os lo diré una vez, y sólo una vez: oportunidades tenemos muchas pero, normalmente, sólo vemos una en toda nuestra vida; si tenemos suerte, seremos capaces de reconocer dos. ¿Cómo sabemos cuál es la idónea o si realmente es esa nuestra oportunidad? Sólo podemos arriesgar. Tirad los dados, jugad a este juego de azar. Tenéis una oportunidad, sólo una...